martes, 26 de febrero de 2019

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La pregunta.

 La gran pregunta que quita el sueño;
  te desarropa,
o te la pone cada mañana.

 Ni mi madre le encuentra
el sentido,
                           pero continúa,
                        por favor, continúa.

 Qué es la vida.

 La vida.

 La vida está
en los ojos de un niño palestino
 cuando dice
                       adiós
a su hermano,
                        al-que-no-verá-jamás.

 La vida es
la madre de la madre
de tu madre,
 que habla de su madre como
                                                 mamá,
 como si estuviera viva,
 como si no se lo contara
al hijo del hijo
de tu hijo.

 La vida es
un sordo que nunca se ha escuchado,
y que jamás escuchará
  la voz de su mujer.

 La vida es
reírse de uno mismo,
 al mirarse en el reflejo invertido
de una cuchara.

    La vida soy yo.

 Qué es la vida
                         cuando no estoy en ella.

                       (Eso no me importa, no tengo ni idea)

 Pero qué es la vida
                        cuando tú no estás en ella.

 Cuando destierras mi cariño
del mundo donde solía caminar
 de la mano
   con tu cariño.

 Qué es la vida
cuando te pienso,
  y tú jamás podrás volver a pensarme;
 a pensar.

 Qué es la vida
cuando tus ojos son
 los nichos de la vida tuya.

 Qué es la vida
cuando el verbo que empieza
por m,
            y del que quiero huir,
 -así vive el verbo morir-
se ha llevado más
         de lo que ya no respira.

 Qué es la vida
cuando ya no te escucharé
  hablar de tu madre,
la que te acaba de dar a luz
    en la muerte,
cuando todavía no hemos tenido hijos.

 Qué es la vida
cuando deseo cada segundo
 haber nacido sordo,
                                  para no olvidar tu voz
                                   a cada segundo que deseo
                                     haber nacido sordo.

 Qué es la vida
cuando te lloro,
cuando te lloro y
cuando te lloro,
porque no sé qué es la vida.

 Qué es la vida
cuando casi me ahogo
con tu último aliento.

 La vida soy yo,
                           pero es cierto que,
 yo era más yo,
                           cuando estaba contigo.





jueves, 14 de febrero de 2019

4 seasons



 Una nube pasajera sorprende al público:
 unos amantes de agosto
a gusto amándose el uno al otro.

 Un atisbo, una mirada,
una duda. Una duda.

 ¿Y qué será de nosotros mañana?
¿Habra un mañana en el que seamos nosotros?

 Te quiero
y querría creer que tú también me quieras.

 ¿El tiempo nos quiere, amor?
¿Quiere el tiempo nuestro amor?

 Sostengo tus manos en duda
y nuestros ojos se funden bailando
el vals de los cristales rotos.

 ¿Que sabían todos los que niegan?
¿Qué sabemos nosotros?

 Esperábamos,
esperamos
y
esperaremos.

 Y así,
 nos fusionamos en dos olmos secos
que esperan, de ramas entrelazados,
otro milagro de la primavera,
deseando ser
un amor de verano que sobreviva
a todas las estaciones.

domingo, 12 de agosto de 2018

Sincericidio



 Amor,
estoy en el filo de un séptimo piso
y el tiempo está empujándome;
                                                   el silencio me sostiene los brazos.

 Amor,
es cierto que te quiero,
y como a todas, te querré toda mi vida,
 pero a veces te dudo.
  ¿Te querré toda mi vida?

 Amor,
cada día esperarte se me hace más fácil.
 La aguja tocándome el hombro por segundo
ahora es mi amiga.
 Cuanto más me toca, más me gusta.
                                                             El roce hace el cariño.

 Amor,
 mi mente es miope.
Te recuerdo borrosa, como un día nublado.
 Me mareo; te veo y no te veo.

 Amor,
lo que vendrá es tu futuro.
Lo que vendrá es mi futuro.

 Amor,
hoy puede ser el último día que te llame amor.
 Hoy puede ser el último día que me llame el amor.
   Hoy puede ser el último día que seamos amor.

 Amor,
la primera vez que me callaste con tus labios,
te juro que no tenía nada que decir.
 Mas la última vez que me calles con tus labios,
te juro que estaré a punto de explotar.

 Así que,

 amor,

 corre, bésame. Antes de que cometa
                                                             un sincericidio.







miércoles, 11 de abril de 2018

Ella




 Ella sale todos los días.
 Es más, sale también todas las noches.
 Los lunes después de trabajar dice que va a casa de Marina, una amiga que hizo cuando estudiaba italiano.
 Los martes, miércoles y jueves, sale a "beber unas cervecitas y comer unas tapas" con gente del trabajo.
 Los viernes y sábados, a cuidar a su madre.
 Los domingos se queda en casa.

 Es verdad, no sale todos los días.
 Es menos, tampoco sale todas las noches.
 Los domingos vemos películas de las que nunca recordamos el nombre. Podríamos haber visto cada domingo la misma película durante estos ocho años y no nos hubiésemos dado cuenta.

 Siempre espero a que llegue a casa.
 Se quita los tacones y se tumba en la cama.
 A veces se queda dormida directamente, y tengo que ayudarla a ponerse el pijama.
 Otras veces trae una tajada que podría mandarla al hospital. Ella repite que será la última.
 Los domingos se queda dormida en el sofá.
 Y yo duermo en el sofá con ella.

 Desde la primera noche que salió sé adónde va.

 Roberto.
 Mario.
 Antonio.
 Joaquín.
 Patrick, ese holandés del trabajo.
 Julio.
 Alejandro.
 Rubén.
 Alberto.
 Rodrigo.
 Daniel.

 Cada noche es un nombre nuevo.
 Cada noche es un hombre nuevo.

 Me importaría.
 Bueno, mejor dicho, me importará.
 Pero sólo la noche en la que, mientras la espero leyendo un libro, no aparece.

 Claro, primero sería preocupación.
 ¿Le habría pasado algo?
 ¿Alguno de esos hombres le habría hecho algo?
 ¿Habría tenido algún accidente con el coche?

 Si al día siguiente la viese respirando en el cine,
o en un parque,
en una tienda de segunda mano,
en una farmacia,
en una iglesia,
en un banco...

 todo habría acabado.

 Pero no me importa con quien salga,
a quien bese,
a quien le dé todo pasionalmente.

 Al final siempre acaba volviendo a mí.
 Al final siempre acaba dormida en el sofá a mi lado.
 Al final siempre acaba llamándome cuando ocurre algo.
 Al final siempre acaba hablando conmigo sobre cuestiones profundas de la vida.
 Al final siempre acaba pensando en mí cuando está feliz, o cuando está triste.
 Al final siempre acaba pasando años y años aquí.
 Al final soy yo ese a quien ama.

 Lo demás que haga no me importa.
 Soy yo quien la hace reír.

 Es aquí donde olvidó su corazón.
 Y será aquí donde vuelva cada noche a recogerlo.

 Ella sale casi todos los días.
 Es más, sale también casi todas las noches.
 Pero haga lo que haga, siempre vuelve a su hogar.
 Y a casa también.




miércoles, 21 de febrero de 2018

Chico limón


 Un día de verano, con el Sol crepitando y nada más y nada menos que una gorra color beige que me protegiese de la amnesia que podría producirme tal temperatura, salí a perderme. Por si, quizá, conseguía encontrarme.

 Empujado por mi propia sombra, que temblaba de calor, entré en un parque lleno de árboles. Había tantos árboles, que me sentía espiado por el mismísimo Tarzán. Fue entonces cuando divisé, apartado, un árbol todavía mediano, de unos tres metros, silbándome. Siguiendo su canto intermitente, llegué. Me senté bajo la sombra que proyectaba, para que la mía pudiese tomar el relevo e ir a tomarse un café (con hielo).

 El parque parecía pequeñísimo desde aquel lugar, como si la gran cantidad de árboles que me obligó a sentir claustrofobia, se hubiese disipado. Como si los árboles hubiesen agarrado sus raíces y se hubiesen alejado de nosotros.

 Como era un día de verano, no sólo el calor olía a desierto, sino que propiamente lo parecía. Ni un alma que no fuese la mía.

 Bajo aquel búnquer a modo de capa que conseguía tapar todo mi cuerpo y protegerme de parecer un joven turista británico, decidí cerrar los ojos. Y abrirlos. Y volverlos a cerrar. Y abrirlos. Y cerrarlos, hasta que mi fuerza para abrirlos se hubo reducido por completo.

 Poco tiempo duré en el mundo onírico cuando hice la interferencia hacia el mundo real y sensible por culpa de un ruido. Me levanté del suelo con la rapidez de un ciervo al oír el primer disparo.

 Cuando me aclaré los ojos y la mente, observé la situación.

 Había una chica muy pequeña. Pequeñísima. Como si la hubiese amoldado un zapatero. Ella me miraba desde el suelo. Le quise preguntar qué hacía ahí, pero las palabras parecían atascadas en mi tráquea, y podía sentirlas quejándose por el tráfico. Entonces, ella pronunció:

 ¿Llegas a ese limón?

 "¿Qué limón?" fue lo que mostró mi cara pero mis palabras no supieron componer. Aun así, lo comprendió, y señaló hacia la copa del árbol.

 No muy arriba había un sólo limón, que parecía retarnos.

 Estábamos bajo un limonero.

 Me quité la gorra beige, que parecía blanca al sol, y me acerqué al tronco del árbol.

 Ella, desde pocos centímetros del suelo (o eso me parecía a mí), miraba con los ojos bien abiertos cómo intentaba mover el tronco del árbol. No hubo manera, el limón seguía sujeto, y parecía sacarnos la lengua a este punto.

 ¿No puedes subir?

 El árbol no era muy alto, es cierto, pero parecía complicado trepar un tronco desnudo. Negué con la cabeza.

 Ella se puso el dedo índice en la barbilla, mirando hacia otro lado. Hasta que, al cabo de medio minuto, se acercó a mí. Me giró, poniéndome de espaldas hacia ella, y con toda la fuerza que parecía no tener, saltó encima mía. Intentando no perder el equilibrio, agarré sus piernas. Ella, una desconocida, estaba a caballito sobre mí. Pesaba tan poco que podía ser una nube.

 Miré hacia arriba, observando cuál sería su jugada ahora. Alargaba su corto brazo hacia la rama en la que estaba el limón, pero no llegaba. Intenté hacer lo mismo, así que alargué el brazo por debajo del suyo, sujetándola con fuerza con el otro, para evitar un desastre catatónico. Ella miró hacia abajo cuando vio que lo estaba intentando.

 A pesar del esfuerzo, no conseguimos llegar, así que desistimos. Nos sentamos a la sombra del limonero a descansar después de este pequeño combate perdido; aunque no la guerra.

 La miré, mientras ella miraba hacia una hoja con la que jugueteaba con sus manos. Tenía pequeñas pecas en las mejillas y en la nariz. Su pelo azul marino le tapaba las orejas, pero me gustaba imaginar que era la parte de su cuerpo más pequeña.

 Al cabo de unos minutos en silencio, se levantó, se quitó el polvo de los pantalones y se giró hacia mí. Levanté la mirada, e hicimos contacto visual.

 Te llamaré chico limón, ¿vale, chico limón?

 Después de eso, se fue. La vi alejarse entre el ambiente selvático, como si los árboles del parque hubiesen vuelto a unirse a nosotros.

 Al día siguiente, otro día de verano en el que la gorra beige no sólo ocultaba mi pelo rubio, sino también mi sudor, fui hacia el mismo parque. Esta vez decidí traer un palo largo, uno de esos que usaba mi madre para que las flores y árboles del patio no se torciesen. Cuando llegué allí, ella no estaba, pero intenté conseguir el limón, para dárselo si volvía.

 Salté, intenté escalar, me caí, grité, susurré, canté, hice todo lo que se podía hacer a un árbol, y el limón seguía sin caer.

 Se hizo de noche, así que volví a casa.

 Cada día de verano volví al mismo parque y al mismo limonero para intentar bajar el limón. Cada día llevaba una nueva herramienta, un nuevo ejército protagonizado por mí y yo mismo para hacer bajar a ese limón. Un día con un zapato viejo, otro día con una cuerda, otro día con una caña de pescar, otro día con una flauta, otro día con un libro de poesía. Y aun así, no bajaba. Y aun así, ella no apareció.

 No quería darme por rendido, pero lo hice. Compré una bolsa de cinco kilos de limones, y poniendo todo mi cuerpo y casi alma para llevarla, la coloqué debajo del limonero. Tras el cansancio de llevar algo tan pesado y con la sombra del árbol que parecía casi abanicarme, decidí cerrar los ojos. Y abrirlos. Y volverlos a cerrar. Y abrirlos. Y cerrarlos, hasta que mi fuerza para abrirlos se hubo reducido por completo.

 Antes de incluso llegar a viajar por el mundo onírico, sentí un toque casi divino en mi hombro. Abrí los ojos. Era ella. En cuanto nuestros ojos se encontraron, no pude evitar sonreír. Ella no me abandonó en ello.

 Chico limón, eres muy dulce.

 Y entonces, como si de un ábrete sésamo se tratara, el limón del limonero; el limón imposible; el limón del verano, cayó entre ella y yo.

 No era muy tarde, pero al ser el último día del verano ya empezaba a anochecer antes.

 Ella cogió el limón del limonero, dispuesta a irse. Los demás limones quedaron allí, a los pies del árbol ahora sin fruto.

 Me voy, pero en algún momento volveré. Espérame.

 Intentando que esta vez las palabras consiguieran ordenarse para desfilar una por una, abrí la boca:

 Te esperaré todo lo que haga falta. Soy tu chico limón.

 Me tumbé en mi cama, y repetí esa conversación de manera infinita en mi cabeza, dándole tantas vueltas que pude sentir el movimiento de rotación de la Tierra.

 Sin querer, cerré los ojos, y viajé por el mundo onírico, donde me encontraba con ella.
  Una y otra vez.
   Una y otra vez.
    Una y otra vez.
   Así, cada verano de mi vida.





miércoles, 31 de enero de 2018

Planeta innombrable


 Tus labios están pasándome factura,
y no puedo pagarla.

 Créeme, esta vez será la última.
No creo que vuelva a llamar hogar
a nadie.
 Se cerró la puerta de golpe
dejándome encerrado en el exterior.
 Y el corazón
me lo dejé en casa.

 Porque sí, es posible
abrir la misma herida,
pero curarla por segunda vez es
otra historia.

 Qué filantropía y qué mundo,
qué incógnita del caos tan bien resuelta,
qué todo a tiempo.
 Solía decir.

 Ahora,
 ¿qué hacer?
  ¿Se te ocurre algo?
¿Se te ocurro yo?

 Qué voy a ocurrírsete yo.
Eres tú quien se me ocurre a mí,
 que te recuerdo con la misma maldita canción,
que me acompaña cuando soy mitad alegoría mitad metáfora,
que me acuna el día antes de ser adulto,
que me grita y mi oído lo reconoce como susurro.

 ¿A quién se le ocurre?

 Estoy desesperado.

 No espero que vuelvas por Navidad.
Pero cuando lo hagas,
 juro que ese día
se convertirá
en fiesta internacional.

  El desamor es percatarse del movimiento de la Tierra
                                                                                        y marearse.







domingo, 31 de diciembre de 2017

El fin de todo. O quizá el principio

 Bienvenidas y bienvenidos a la tercera edición de la despedida del año. Creo que ya conocéis la mecánica de este invento, pero por si acaso: es un muy pequeño resumen de las personas que han hecho el año para mí, y de las que supongo también he hecho yo. Unas palabrejas por si muero el año que viene; que queden aquí, que a veces se me olvida más un 'te quiero' que fregar los platos. Pues allá vamos, que me dan las uvas y con esto de atragantarse no me da la vida.

 Este es el fin, pero también el principio de un grupo de cinco objetos muy, muy perdidos. Que se entienden y se encuentran. Si llegamos tarde es por respeto a la esencia de uno mismo, que no hay problema, que sigue siendo sábado por la mañana y la música no se va a ninguna parte, sino nosotros con ella.

 Este es el fin, pero también el principio de unos tristes muy tristes que se van de paseo y vuelven tan alegres que podrían llenar todos los vasos medio vacíos y hacerlos desbordar. La seguridad que se genera a nuestro paso, juntos, no la habían inspirado ni bomberos ni guías sobre qué hacer en caso de accidente aéreo. Lleguemos alto de la mano.

 Este es el fin, pero también el principio del segundo año a tu lado, porque estoy aquí, 'ya lo sabes'. Y estaré hasta que digas basta. Ha sido un año de guerra, de banderas negras y banderas blancas, pero el enemigo es todos ellos, tú y yo somos del mismo bando, y lo sabremos cantando alrededor de una fogata muy pronto.

 Este es el fin, pero también el principio de muchísimas pequeñas amistades que deben regarse y así llegar a su primavera, además de otras que llevan aquí desde la primavera anterior:

 Somos tan iguales que asusta. Pero después de asustar, me alegra tantísimo. Me alegra que seas tú. Cuanto más alcohol haya de por medio, mejor, pero sin él sigo pensando lo mismo de ti.

 Tu amor por los pájaros que me llena de tanta ternura que me hace levitar; que me hace volar.

 Quien más me conoció hace milenios y a la que espero volver a conocer otra vez. No me gusta sentirte tan, tan lejos. Recuerda nuestra promesa irrompible. Sonrío.

 Tú, el principio fue hace un tiempo, pero espero que sea pronto el fin de tu mala adicción. Que sé y sabes lo guapa que estás cuando fumas, pero también sabes que no lo necesitas.

 Este es el fin, y espero que otra vez el principio de algo que nos unió a tres el año pasado y que se ha ido descosiendo este año. No permitamos que se suelte por completo. Dios, por la música.

 Este es el fin, y tengo la completa seguridad de que el principio del cuarto (quién lo diría) año que sigo enamorado de cómo respiras, y de cómo respiras en mi vida. Qué te voy a decir que no te haya dicho día tras día. Urano, te siento cerca, y espero nunca sentirte más lejos de una órbita.

 Este es el fin, y un muy nuevo principio de tu nueva vida, que espero que de nuevo sea bien cerca de aquí (a pesar de esos kilómetros). Bécquer sigue orgulloso de quienes fuimos, quienes somos y quienes seremos. Simplemente recuérdalo, mientras nos miraba fijamente y los pájaros simbolizaban algo más que el amor y la amistad; la poesía y la música.

 Este es el fin, lo sé, pero cuando quieras puede volver a ser el principio, Saturno. Sigo recordando la canción del fuego como el primer día, pero no hay hora que no piense en cómo me gustaría volver a escucharla. Date tiempo; yo te regalo el mío si te hace falta. Estoy esperando a que camines por aquí.

 Este es el fin, y a pesar de ser un confuso, sé que será el principio. Déjame a mí ser el que dude, pero tú tenlo bastante claro: siempre será broma. Estoy aquí. Y te quiero. Lo dijo una canción, dijiste que sí, y esto no es un para nada, es un para todo. Vivan todos los tigres y todos los osos que esta noche duermen tranquilos.

 Este es el fin más principio que he vivido nunca. Siempre he sentido una especie de extraña unión con los parques, pero nunca se me hubiese ocurrido que hasta los árboles sabían que nos conoceríamos bien en ellos; que allí tú serías la respuesta a una apuesta segura, que abriríamos nuestras almas y las diez próximas, que las estrellas estuviesen tan cerca que podríamos invitarlas a cenar. Por inventarnos una palabra que explique el sentimiento mutuo que nos tenemos. Siempre serás y formarás parte del mejor plan de futuro de todo el universo aún en expansión.

 Este es el fin, pero desde que nací siempre ha sido el principio a vuestro lado. Como dije una vez y no dejo de repetir: a ti, por darme la vida y algo más, y a ti, por quitármela y devolvérmela. El día a día y la noche a noche: aquí y ahí.

 Este es el fin, pero quizá el principio de mí junto a mí; de mí, por fin, junto a mí. Ha sido tu deseo de cumpleaños, y se cumplirá. Mi yo de nueve años sentenció este año que entra como la grandísima y verdadera despedida, pero hablando de oportunidades, me debo una. Así que eso haré. Y en diez años, quién sabe, pero quizá sea el principio de otra oportunidad.

 Si este año fuese un poemario tendría bastantes títulos. Como por ejemplo: "La ansiedad: volumen x", "El año de la verdad; de la verdadera amistad" o "El año impar más par de la historia".

 Pero quiero que este gran capítulo se cierre: es el fin de todo, pero el principio de todo lo demás. Tengo grandísimas expectativas (como Urano) sobre el próximo año. Buenas noches, mundo. Buenas noches, Sistema Solar.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Sospechosa






 Una habitación casi vacía, con la soledad de un mismo solitario. Él, sentado en una silla, apoyando los codos en una mesa justo enfrente. La habitación está completamente oscura, con la excepción de una luz casi cegadora de un flexo de escritorio, directo a sus ojos. Lentamente enciende una pequeña grabadora que tiene en su mano derecha.

"Nathan Scott, 24 de abril, 1989, once y veintisiete minutos de la noche. Llevo diez años... Bueno, nueve años y 364 días jugando a ser detective, aunque tres de ellos siéndolo realmente. Esta es la grabación final. No hay más. Este caso es indiscutiblemente indescifrable. Esta es la grabación que resume todas las grabaciones anteriores.

 Hace diez años y medio conocí a la sospechosa de este caso. Su nombre es Erika Campbell. Tiene la misma edad que yo; veinticinco. La conocí en el instituto, el 14 de noviembre de 1979. Estábamos en la misma clase. Eso es lo único no sospechoso de toda esta historia; es el único instituto de todo el pueblo.

 Ese día, el 14 de noviembre, Sam me la presentó. Sam era mi mejor amigo desde el curso anterior a ese. Sam no es sospechoso. Nos presentó y luego se fue con ella, para hacer un trabajo de clase. Lo raro comienza a partir del 8 de diciembre. Ese día, durante clase de francés, la descubrí mirándome. Cuando la miré, ella dejó de hacerlo. Fue entonces cuando empecé a preguntarme qué querría.

 Esa misma tarde compré la primera grabadora con la primera información. He aquí las siguientes:

 "8 de enero. 1980. Hoy fue la vuelta a las clases. Estaba hablando con Sam cuando Erika irrumpió para preguntarnos cuáles habían sido nuestros regalos de Navidad. Pensé que este podía haber sido un intento de conocer el nivel económico de nuestras familias. Creo estar colocando a Sam en la lista próximas víctimas de esta sospechosa. Después de responder le preguntamos a ella por sus regalos. Ningún arma de fuego. Ningún herido, por ahora.

 26 de enero. Hoy he vuelto a descubrir a Erika mirando hacia mí en clase. Esta vez no ha quitado la mirada cuando nuestros ojos coincidieron. Me sonrió. Hoy es un día muy confuso. Aun así, Erika es muy guapa, pero eso no puede desconcentrarme de mi trabajo principal. Sigue sin haber heridos.

 17 de febrero. Hoy fue el cumpleaños de Sam. Ella estaba en la fiesta, en su casa. Este día es complicado de describir. La hermana mayor de Sam había conseguido alcohol para la fiesta. No sé si fue la mejor o la peor idea que ocurrió aquella noche en esa casa. Mientras estábamos bebiendo y bailando en el salón de la casa de Sam, Erika me agarró de la mano para bailar con ella. Es el único recuerdo que tengo de esta noche. No recuerdo si hubo heridos.

 3 de marzo. Hoy presencié una escena desconcertante y misteriosa. Encontré a Sam y a Erika hablando en el pasillo en hora de clase. Llegaban tarde, pero se les veía con una razón, no por pura coincidencia. Le pregunté a Sam después de clase. No quiso responder. Si hubo muertos, no he podido saberlo.

 21 de marzo. Hoy ocurrió algo extraño en clase de matemáticas. La profesora nos propuso un trabajo de estadística para dentro de tres semanas por parejas. Erika levantó la mano y dijo que lo haría con alguien que puede estar a punto de ser amordazado y asesinado; sí, yo. Al menos pude estabilizar un poco la situación diciéndole que claramente sería en mi casa. Y bien cerca del bate de béisbol de cuando mi madre era joven. Un herido próxima y probablemente.

 2 de abril. Hoy era el gran día; el día que podía cruzar el límite del mal. Por suerte, esta grabación existe, lo cual significa que sigo vivo. Aunque creo que aun así intentó matarme. Explico: mientras estábamos haciendo el trabajo en mi habitación, la observé por si acaso antes de seguir haciendo cuentas matemáticas. Ella miró hacia mí y sonrió. Llevé dos semanas preparándome mentalmente para devolverle las sonrisas, para que no sospeche que sospecho de ella. Así que le sonreí. A partir de aquí comenzó lo raro: ella se acercó lentamente a mí, pero gracias y gracias y gracias y gracias, mi madre irrumpió en mi habitación ofreciéndole la merienda a la asesina. Ella asintió y seguimos haciendo el trabajo, pero en casi completo silencio hasta que se fue a casa. No sé si hay heridos, pero puede que el veneno que haya podido echar a mi taza de café reaccione en unas horas.

 24 de abril. Hoy traigo una gran información, casi esencial para esta investigación. Erika llevaba varios días evitando el contacto conmigo: ya no me miraba en clase; si la veía en el pasillo, ella bajaba la mirada; en cuanto tocaba la campana del cambio de clase, ella salía la primera; también era la primera en irse, y más cosas. Creo que está preparando su último y definitivo plan final. Por ello, me hice el valiente, y la frené antes de que subiese al autobús, para hablar con ella. Le pregunté por qué estaba actuando tan raro últimamente. Gracias al cursillo que hice de cómo detectar a los mentirosos, estaba seguro de que sabría si mentía. Ella respondió que no pasaba nada. Estaba mintiendo. Después soltó mi mano de su brazo y me dijo que tenía prisa, pero se me ocurrió la mayor idea que he tenido en mi vida: la volví a agarrar y le pregunté si quería ser mi novia. Aceptó. Ahora podría estar más cerca de descubrir ese plan malvado en el que anda detrás. Cero muertos."

 Desde entonces siguió ocurriendo cosas raras, aunque no tan seguido. También olvidé información, e incluso estaba ocupado en ser novio de Erika. Pasábamos mucho tiempo juntos. También con Sam. Los tres. Por ello, empecé a seleccionar con cuidado qué días grabar. Además que no me daba la paga para comprar cintas de grabadora y salir con Erika. Y Sam.

"23 de junio. Hoy acabó el curso, bueno, mejor dicho; acabó ayer. Fuimos de fiesta a una discoteca del pueblo para celebrar que había acabado ese infierno al que llamamos instituto. Al menos por unos meses. Erika había bebido demasiado, así que me pidió que saliésemos a tomar el aire, y fuimos a un banco cercano a la discoteca. La observé: llevaba un vestido azul cielo muy bonito, con un estampado de margaritas en las tirantas. Estaba sudando, pero sabía que tenía frío, así que le puse mi chaqueta. Parecía un momento complicado, así que permanecí en silencio a su lado, hasta que ella dijo "gracias por ser mi novio. Quería que lo fueras desde que nos conocimos". Eso me hizo crear nuevas teorías que tendré que comprobar antes de contarlas. Después de eso, se durmió en mi hombro, y yo apoyado en su cabeza. Sam apareció tres horas más tarde, y fuimos a desayunar juntos. Estamos resfriados. Dos heridos por resfriado.

 10 de julio. Hoy fue donde empezó a comprobarse: en efecto, Erika quería que yo fuera su novio desde el principio, lo que significa que algo tenía que tener para estar interesada en eso. Por ello pensé y pensé, y me di cuenta de que podría ser para estar con Sam. Es decir, a quien conoció antes fue a él, y podría haberme usado como puente para conectar con él de forma más profunda. Luego reflexioné que eso no sería, porque felicitó a Sam la semana pasada cuando nos informó de que está saliendo con Lindsay, esa chica pelirroja de la clase de al lado. Fue entonces cuando descubrí el porqué: es una espía que quiere sabotear la empresa de mi madre. Bueno, al principio añadí que era una espía rusa, pero no había nada en su acento que pudiese afirmarlo, así que llegué a la conclusión de que es una espía del Estado. Con una espía así, puede haber millones de muertos.

 21 de septiembre. Hoy llegué a una nueva conclusión en cuanto a la identidad secreta de Erika. Hoy estuve en su casa, para conocer a sus padres. Acepté porque me parecía una pieza clave para la investigación: gracias a mi cursillo podría descubrir si los padres de Erika eran agentes de la CIA o algo así. Pero no mintieron. Además, su madre me enseñó fotos de ella con la edad de Erika y eran idénticas. Por ello llegué a una nueva conclusión: su familia es caníbal. ¡Quieren matarme; no solo ella, sino sus padres también! No quiero pisar esa casa hasta que no tenga un plan, aunque sus padres me hayan dicho que vuelva siempre que quiera. No hay heridos, y menos si voy a esa casa.

 3 de noviembre. Hoy descubrí que estaba muy equivocado, porque Erika ha decidido ser vegetariana. Entonces no es caníbal. Pero saqué una nueva teoría: viene de otro planeta. Esto ocurrió hoy, cuando recibió una llamada y respondió en un idioma que ni siquiera supe descifrar. Esto me tiene muy desconcertado, e incluso aterrado. No entiendo nada. ¿Seremos víctimas de una invasión extraterestre? ¡Este puede ser el fin! No hay muertos, al menos humanos.

 24 de diciembre. Hoy volví a negar una teoría más, ya que no es extraterrestre. Sus padres y ella me invitaron a pasar la Navidad en su casa, así que fui. No sólo estaban ellos, sino que había más miembros de su familia. No son extraterrestres, sino que tienen familia sueca, y hablan un inglés muy mínimo. Eso me hizo llegar a una y creo que la última conclusión: son inmigrantes sin papeles, y Erika quiere casarse conmigo en un par de años para que pueda quedarse aquí. No hay heridos, incluso voy a bajar el nivel de peligrosidad de la sospechosa.

 18 de febrero. 1981. Hoy se volvió a desmentir mi teoría: tienen papeles. Fuimos a comprar alcohol Sam, Erika y yo, y ella sacó el DNI. No sé qué pensar sobre esto. Me quedo sin imaginación, y tengo que terminar rápido esta grabación, porque he quedado con Erika para ver una película esta noche. No hay heridos, ¿por qué no hay heridos?"

 A partir de aquí, los años empezaron a pasar y a pasar, y hay grabaciones puntuales en las que hablo sobre nuevas teorías, como que es clarividente y vio en una bola de cristal que tendría de pareja a una persona mala, y me decidió a mí, que soy bastante corriente, o que está preparando un ataque nazi con su comunidad nazi para acabar con Sam, o que sus padres tenían una relación abierta y secreta con los míos.

 Diez años... Bueno, nueve años y 364 días más tarde sigo sin tener respuesta a esta gran incógnita. Conozco cada detalle de Erika después de investigarla tanto, y me he dedicado de la mejor forma que he podido a ser su novio, y no solo a ser un novio normal, sino un novio increíble, por si confiaba en mí para decirme su plan. Hemos pasado por muchísimos momentos juntos. Hemos crecido de la mano, casi literalmente.

 Por ello propongo una última teoría, y espero no fallar rotundamente como he fallado en todas mis anteriores: creo que ella está enamorada de mí. Aunque no quiero afirmarlo por si se estropea; así que espero que esté enamorada de mí, porque voy a pedirle matrimonio. Así podré investigarla muchos más años, aunque ya no siga grabando información.

 No ha habido heridos, y espero que nunca los haya."

 Se levanta de la silla, apaga el flexo y sale de la habitación con las manos en los bolsillos. Sonriendo.




lunes, 4 de septiembre de 2017

La canción del fuego


 Hay quien dice que ocurrió hace cientos de miles y miles de años, pero si no me equivoco, fue hace unos días. Mejor dicho; hace un mes y medio. 

 Era un día de penumbra, para uno y quién sabe si para uno más. Pero, '¿por qué no?' Y gracias a esa pregunta, se formuló el 'porque sí' al día siguiente. 

 Fue hace un mes y medio, y eso no es mucho, pero casi parece ayer.

 Hay quien dice que ocurrió hace cientos de miles y miles de años. Eso fue para todas esas personas, pero para mí fue hace unos días; mejor dicho, hace mes y medio.

 Ellos hablan del fuego.

 La creación más exótica que el ser humano conoció. Bueno, personalmente, la mejor creación para mí fue el beso, aunque nadie sabe cómo ni cuándo se creó, pero me gusta pensar que ya había una extraña conexión entre corazón, mente, alma y labios. Esta creación, el fuego, salvó la existencia humana. Si a un ser de las cavernas no se le hubiese ocurrido la flamante (y no mejor dicho) idea; nos hubiésemos extinguido, casi por arte de magia, como si nos hubiese tragado un agujero negro, como si perteneciésemos al espectáculo de un mago. Cero. Y sin despedidas. 

 Nadie le da gracias al fuego. De todas formas, ahora tenemos más recursos en caso de una extinción inminente. 

 Pero yo no hablo de eso. No, no. Aunque, gracias, fuego.

 Yo me refiero a hace un mes y medio.

 Eran las tres de la mañana en punto. Desvelado. Era una noche difícil, una noche de penumbra, para uno y quién sabe si para uno más. 

 No sé por qué, pero sabía que estarías contemplando las estrellas, o a ti misma, que en sí no crea mucha diferencia. Y entonces vino:

 "¿Por qué no?"

 Fue hace un mes y medio, pero parece que fue exactamente ayer. 

 Así fue cómo conocí al fuego. O mejor dicho, a la canción del fuego. 

 Dijiste que la música no era lo tuyo, pero creo que te equivocas rotundamente. Me recuerdas más a un acorde que cualquier otro instrumento, o a la primera tecla de cualquier composición de Chopin, o incluso al sonido de un crash de batería antes de entrar en un estribillo si te atreves a sonreír. Eres como un piano; las dos manos pueden parecer un descontrol, pero no sé cómo lo haces para llenarlas de calma, y conseguir con ellas una melodía. Una melodía formada a partir del tacto, aunque nunca tocada en un piano.

 Eres la canción del fuego que no todos los marineros, pero sí uno en especial, querría tocar incluso sentado en una pila de dinamita, sin miedo, sonriente. 

 Conocer a la canción del fuego fue como si, ese secreto que llevo casi diecisiete años esperando saber; el secreto más grande del universo, ya lo supiese.

 Pero claro, la duda que ahora surge puede ser:

 ¿cómo suena la canción del fuego? ¿Cómo es? ¿Qué escalas usa? ¿Es menor? ¿Es mayor? ¿Tiene un ritmo rápido? ¿O tal vez tiene un ritmo lento? ¿Quién la compuso? ¿Quién la interpretó? ¿Alguien la ha escuchado antes? ¿Se parece a otra canción famosa? ¿Es una buena canción para escuchar en el coche? ¿Es una buena canción para escuchar mirando la lluvia? ¿Es pegadiza? ¿Es de verdad una canción?

 Y, sinceramente, nunca podré responder a ninguna de esas preguntas,

 pero si una cosa tengo claro, y tan claro lo tendré siempre es que,

 a pesar de haberla escuchado poco,

 no podré olvidarla.

 Y así es cómo pasarán cientos de miles y miles de años y ellos hablarán del fuego, pero también pasarán cientos de miles y miles de años y yo hablaré de

 la canción del fuego. 







lunes, 21 de agosto de 2017

15/9/2016


 Se me hielan las manos.

 Siento ese cosquilleo por todo el cuerpo. Como si algo de otra dimensión me estuviese acariciando y susurrando frases que nunca pudo haber usado en vida.

 Me duelen los ojos.

 Estoy inmóvil, en la cama. Mirando por detrás de mis retinas, buscándole sentido a la espiral infinita.

 Es duro pensar qué pasaría ese día.

 ¿Aprendería a volar? ¿Aprenderíamos los humanos a volar con tal de buscarte? Desde el más acá: sí.

 Hace días que pienso qué pasaría si mañana salta el contestador con otro tipo de pitido.

 Querría ser la primera persona en saberlo. Que me digas que te vas. Y que ya nos veremos en un tiempo.

 La piel me está mudando.

 Este frío está helándome la sangre, las venas y el cerebro.

 No quiero pensar qué pasaría ese día.

 Está tan lejos y tan cerca.

 Si algo puedo decir que no tenga preparado decirte (y por eso pueda decir ahora mismo), es que te echaré de menos. Pero de una forma especial: como la unión que tuvimos.

Te echaré de menos.

 Incluso, ya lo hago.