lunes, 21 de agosto de 2017
15/9/2016
Se me hielan las manos.
Siento ese cosquilleo por todo el cuerpo. Como si algo de otra dimensión me estuviese acariciando y susurrando frases que nunca pudo haber usado en vida.
Me duelen los ojos.
Estoy inmóvil, en la cama. Mirando por detrás de mis retinas, buscándole sentido a la espiral infinita.
Es duro pensar qué pasaría ese día.
¿Aprendería a volar? ¿Aprenderíamos los humanos a volar con tal de buscarte? Desde el más acá: sí.
Hace días que pienso qué pasaría si mañana salta el contestador con otro tipo de pitido.
Querría ser la primera persona en saberlo. Que me digas que te vas. Y que ya nos veremos en un tiempo.
La piel me está mudando.
Este frío está helándome la sangre, las venas y el cerebro.
No quiero pensar qué pasaría ese día.
Está tan lejos y tan cerca.
Si algo puedo decir que no tenga preparado decirte (y por eso pueda decir ahora mismo), es que te echaré de menos. Pero de una forma especial: como la unión que tuvimos.
Te echaré de menos.
Incluso, ya lo hago.
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