sábado, 31 de diciembre de 2016

Como si fuera ayer

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 ¿Qué tal por aquí, personitas?
 Como veis, esta es la despedida del año; mas la bienvenida al próximo.

 Sí, este es el resumen del 31 que la ley de la sociedad manda escribir. Aun así, ya conocéis mis modos más que suficiente.

 Cuando pienso en cómo ha funcionado este año, lo imagino y revivo todo como si fuera ayer.

 Como si fuera ayer nos reunimos cinco. Cinco y nuestro compañero; diez.
 Diez en el escenario.

 Nos reunimos cinco con el mismo sueño y tal que lo repartimos; arrasamos con todo.

 En un año, canción, tres conciertos, estrés y muchos momentos inolvidables.

 Como si fuera ayer,

 También,
 como si fuera ayer,
 ocurrió.

 Ocurrió aquello que tanto me frustró que no ocurriese dos años atrás, y esta vez bajo la ayuda de conocidos, desconocidos y otro nivel de personas más. Fue espectacular.

 Pero ocurrió, y parece que no, pero así fue.

 Fue únicamente un paso hacia delante; pero qué paso.

 Como si fuera ayer.

 Por otra parte, como si fuera ayer,
 ocurrió algo de lo que... sí, claramente, me enorgullezco, y me alegro muchísimo por ello. Parecía imposible. Quizás, imposible al cuadrado.

 Pero por magia blanca, azul, morada o qué sé yo, sucedió.

 Aunque esta, sí será la última vez.

 Como si fuera ayer.

 Aunque, como si fuera ayer, hice un grandísimo colega. No solo un colega con cuerdas, sino uno que también se interesó por cuerdas, y que mola mucho. Es un muy buen amigo que, sin duda, sé que seguirá el próximo año.

 Como si fuera ayer.

 Claramente, como si fuera ayer, también recuerdo a esas personas que hicieron mi día desde hacía años, y que este no sería una excepción;

 a ti, porque, como si fuera ayer, me has cuidado y escuchado cada media hora al día, como igual he procurado hacer contigo.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has sido el geek más geek de todos. Eres un pedazo de drama. No me olvides de la forma que yo no te olvido.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has estado ahí. Quizá haya sido todo muy complicado entre tú y yo, pero con entendimiento y confianza... No temas a abrirte. Brillas.

 a vosotros, porque, como si fuera ayer, y como ya he dicho, habéis nombrado este año como "el año musical".

 a vosotras, porque, como si fuera ayer, aunque realidad; ahora mismo, estáis ahí. Siempre. Aunque a veces cueste que estemos ahí. Estamos. Y estaremos.

 a ti, porque, como si fuera ayer, te repito que dejes de fumar. Que estás guapísima cuando fumas, pero muchísimo más cuando no.

 a ti, porque, como si fuera ayer, recuerdo nuestra promesa: para siempre. Aunque los 'para siempre' no existan, y a ti y a mí a veces se nos va la cabeza. Eres increíble.

 a ti, porque, como si fuera ayer, te escribo. Musas solo hay una, y tú estarás, como si fuera ayer, hasta que muera. O hasta que pierda la memoria. Quién sabe qué ocurre antes. Gracias por quedarte; por ser arte. Sublime.

 a ti, porque, como si fuera ayer, has sabido salvarme. No hay quien me lea la mente más rápido como tú has sabido hacerlo. Eres el firmamento, sin firmas y algo más que estrellas. Me alegrará poder confirmarme el próximo 31 de diciembre que sí, has seguido aquí. Y lo siento, de antemano. Sí, no puedo parar de repetirlo. Eres la mejor. Calla. La mejor.

 y faltan muchos 'a ti', pero estas personas saben que hay algo fuerte en mí unido a ellas, como el hilo rojo del destino; pero como si fuera el hilo rojo del año. El próximo podría cambiar o tal vez no. Quién sabe, esto va a gusto de consumidor.


 Y por último, pero no menos importante;

 a ti, lector. Por permanecer bajo la tormenta o entre el desierto. Siempre habrá un regalo para ti todo lo rápido que pueda construirlo. Gracias por el amor y el apoyo; os lo intento devolver en letra, y espero que siga siendo así.



 Ahora sí.

 Tendría que escribir un 'a ti' para mí, pero eso es algo que reflexionaré antes de dormir, porque hay muchas cosas que discutir esta noche. Pero nada chungo.



 Solo me falta desearos el año nuevo. Tened mucho cuidadito esta noche y todas las que vengan. Tenéis que brillar, bailar y cantar para poder vernos en otra entrada así el próximo 31. Pasadlo genial, tanto esta noche como en los exámenes de enero. Podéis con ello. Suerte.

 Hasta la próxima, años nuevos.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

sábado, 24 de diciembre de 2016

El psicólogo, el paciente y él mismo

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 Alguien llama a la puerta.

 —Pasa, está abierta.

 La puerta lentamente se abre, aunque torpemente. Como si fuese de un material más fuerte del que realmente es.

 Al abrirse por completo, entra un joven rubio, de ojos color 'muy perdido', y un poco de azul, casi marino, casi oceánico. No era muy alto, pero el pelo revuelto le regalaba quizá un par de centímetros.

 El psicólogo y él se miran fijamente antes de que él, en la puerta, hiciera algún movimiento.

 Al ver que el comportamiento del joven podía llevar un tiempo hasta adecuarse a la extraña e incómoda situación, el psicólogo le invitó a sentarse, como quien invita a la primavera.

 —Siéntate aquí, delante mía. Como siempre.

 El joven por fin consigue sentarse en la silla, sin mucho afán de hablar, o incluso parpadear.

 El psicólogo suspiró ante todo esto que estaba ocurriéndose, y quitándose las gafas, aclarándose la frente empapada en sudor y rascándose la nariz, consiguió formular una pregunta.

 —¿Y ahora qué has hecho, Ethan?

 El joven se mira los pies debajo de la mesa, observando sus zapatos y moviendo vagamente los pies.

 —Escúchame, Ethan —mira el reloj de la pared a su izquierda—. Puedo quedarme aquí todo el tiempo que quieras hasta que dispares.

 Ethan miró a sus lados, como buscando a alguien que pudiera sacarlo del apuro. Y no, no encontró a nadie en aquella sala completamente blanquecina, con algunos cuadros y periódicos enmarcados.

 —Yo no he hecho nada. ¿Qué has hecho tú?

 El psicólogo estaba perplejo ante la respuesta, pero aun así, parecía que no había vivido muy lejos de esas respuestas con más preguntas.

 Le hizo una mirada que él entendió completamente.

 —Realmente no he hecho nada —el psicólogo señaló al reloj de la pared—. Vale, sí. Quizá lo he hecho todo. Qué sé yo.

 Otro silencio se hizo sentir.

 —Escucha, solo te lo voy a contar una vez: estoy harto. No quería hacer nada malo. Es decir, yo... Ya sabes que no puedo no mentir. Compréndeme —se rascó la barbilla mientras miraba fijamente a un bolígrafo de encima de la mesa—. Bueno, no, mejor no me comprendas. También estoy cansado de tener que explicar las cosas. Sí, he hecho lo que me ha dado la gana; he mentido en esto, he hecho trampas en lo otro, he roto el autoestima de esta otra persona y el corazón de la única que existiría. Y no me vengas con los cuentos de la empatía y la culpabilidad, que hoy no estoy para juegos.

 Volvió a mirar sus zapatos, y con un tono mucho menos elevado, alegó:

 Déjame estar en silencio 

 El psicólogo respiró profundamente, como si todas las acciones de Ethan penetrasen en él como un verano se clava en el pelo volviéndolo más claro.

 —El problema real no es que hayas hecho lo que has hecho —cogió el bolígrafo de la mesa y empezó a observarlo como si fuera la primera vez; como si no fuese su bolígrafo—. El problema es que, únicamente te das cuenta de lo que has hecho, cuando hablas conmigo.

 Ethan ni siquiera le estaba mirando, pero probablemente estaba analizando qué decir; cómo contraatacar.

 —Quizá, mi único problema eres tú —de repente se levantó del asiento, dispuesto a irse—. Si tú no estuvieses, podría hacer lo que hago, es decir; lo que me da la realísima gana.

 El psicólogo se levantó antes de que Ethan pudiera llegar hacia la puerta.

 —Ni de coña te vas a librar de mí. Me necesitas, ¿o acaso te estás olvidando de todas las veces que te he salvado la vida, impulsivo? —Ethan intentó irse ante eso, pero el psicólogo le agarró del brazo—. Te vas a quedar aquí, en esta sala, y no te vas a ir a ninguna parte. Vas a reflexionar sobre qué has hecho, y sobre qué harás.

 Ethan, entonces, soltó su brazo de las manos del psicólogo con fuerza, pero prácticamente se había calmado.

 —Hay trato, pero únicamente si te vas. Y bien lejos.

 Pensó que con eso ya tendría ganado al psicólogo. Pero este no es para nada imbécil.

 Aceptó el trato. Ethan se sentó en la silla, otra vez, y el psicólogo le dijo que volvería en dos horas; que estaría bien lejos. Como las intenciones del joven eran obvias, el psicólogo sacó su llave del bolsillo, para que este no escapase.

 Se cierra la puerta desde fuera.

 Dentro no hay nadie.




 Aquí os dejo este relatillo corto, que sí; no equilibra el tiempo de inactividad que he obligado a ocurrir y coexistir con la naturaleza de este blog. Voy a usar el "no he hecho nada malo" de Ethan, como quien quiere y a la vez no quiere la cosa.

 Prácticamente, mi inactividad latente volverá en cuanto comience el año nuevo, y con él, la vuelta a la rutina. Aun así, espero que, en lo que queda de mes, pueda escribir alguna entrada más (al menos la despedida del año, como siempre).

 Y no creáis que me he olvidado de quienes me leéis, porque ni de broma lo haría. Cada día entro aquí pensando cuánto tiempo más estaré sin poder brindaros, aunque sea, de una chorrada simple, que os entretenga un rato. Pero bueno, no hay más cháchara; no os vayáis, que todavía queda invierno e infierno por aquí.

 Hasta la próxima (y lucharé por la muy, muy próxima), psicólogos.

 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

 Marilenendless@gmail.com