miércoles, 11 de abril de 2018

Ella

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 Ella sale todos los días.
 Es más, sale también todas las noches.
 Los lunes después de trabajar dice que va a casa de Marina, una amiga que hizo cuando estudiaba italiano.
 Los martes, miércoles y jueves, sale a "beber unas cervecitas y comer unas tapas" con gente del trabajo.
 Los viernes y sábados, a cuidar a su madre.
 Los domingos se queda en casa.

 Es verdad, no sale todos los días.
 Es menos, tampoco sale todas las noches.
 Los domingos vemos películas de las que nunca recordamos el nombre. Podríamos haber visto cada domingo la misma película durante estos ocho años y no nos hubiésemos dado cuenta.

 Siempre espero a que llegue a casa.
 Se quita los tacones y se tumba en la cama.
 A veces se queda dormida directamente, y tengo que ayudarla a ponerse el pijama.
 Otras veces trae una tajada que podría mandarla al hospital. Ella repite que será la última.
 Los domingos se queda dormida en el sofá.
 Y yo duermo en el sofá con ella.

 Desde la primera noche que salió sé adónde va.

 Roberto.
 Mario.
 Antonio.
 Joaquín.
 Patrick, ese holandés del trabajo.
 Julio.
 Alejandro.
 Rubén.
 Alberto.
 Rodrigo.
 Daniel.

 Cada noche es un nombre nuevo.
 Cada noche es un hombre nuevo.

 Me importaría.
 Bueno, mejor dicho, me importará.
 Pero sólo la noche en la que, mientras la espero leyendo un libro, no aparece.

 Claro, primero sería preocupación.
 ¿Le habría pasado algo?
 ¿Alguno de esos hombres le habría hecho algo?
 ¿Habría tenido algún accidente con el coche?

 Si al día siguiente la viese respirando en el cine,
o en un parque,
en una tienda de segunda mano,
en una farmacia,
en una iglesia,
en un banco...

 todo habría acabado.

 Pero no me importa con quien salga,
a quien bese,
a quien le dé todo pasionalmente.

 Al final siempre acaba volviendo a mí.
 Al final siempre acaba dormida en el sofá a mi lado.
 Al final siempre acaba llamándome cuando ocurre algo.
 Al final siempre acaba hablando conmigo sobre cuestiones profundas de la vida.
 Al final siempre acaba pensando en mí cuando está feliz, o cuando está triste.
 Al final siempre acaba pasando años y años aquí.
 Al final soy yo ese a quien ama.

 Lo demás que haga no me importa.
 Soy yo quien la hace reír.

 Es aquí donde olvidó su corazón.
 Y será aquí donde vuelva cada noche a recogerlo.

 Ella sale casi todos los días.
 Es más, sale también casi todas las noches.
 Pero haga lo que haga, siempre vuelve a su hogar.
 Y a casa también.




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