sábado, 9 de julio de 2016

El binomio fantástico que paró el tiempo

2 comentarios
 Alas – Tiempo.

Las Alas que paraban el Tiempo, y el corazón que me paraba Clara.

No sé de dónde salen tantos pájaros, Clara. No sé de dónde salen tantos pájaros, Clara, que todos saben volarte. Que te miran y se les cae el pico al suelo. Y luego aterriza el próximo y se lo recoge, pero al levantar la mirada también se le cae el suyo. Y desaparecen; los pájaros.
Qué haces, Clara

Estaba en una playa cuyo nombre no recuerdo. ¿Quién nombra las playas? Medio arena, medio mar, suficiente independencia como para que las olas dejen por escrito algún día cómo se llama el fondo de todo. Esta playa no es muy diferente a las demás.
Había muchos pájaros; gaviotas, golondrinas. Pájaros, simplemente.
Todos parecían ver cómo Clara tomaba el sol.

Realmente estábamos haciendo lo mismo aquellos pájaros y yo.

Pude sentir un poco de envidia, ya que ella los señalaba con su familia. No la podía escuchar, pero sabía que decía "Mamá, mira todos los pájaros que hay" leyéndole los labios. O algo así, o algo más. Quién sabe.

El tiempo parecía pararse cuando ella se quedaba mirándolos, y cuando ellos le devolvían la mirada con eficacia. Lo paraban, sinceramente. ¿Es que solamente se puede dominar el tiempo si se tiene alas? Pues qué injusto.

Me senté bajo la pasarela de madera que daba inicio a este ambiente. No había muchas personas. Esta zona es poco transitada, pero me aliviaba. Venía aquí porque sabía que ella acudiría, y también venía aquí porque sabía que acudiría la inspiración, y para escribir o para llorar, siempre viene bien.

Las sombrillas negaban al Sol la bienvenida, pero a cambio por la puerta cerrada a él, estaban repletas de colores llamativos que me gustaba cómo encajaban entre ellas mismas. Es de esas pequeñas cosas que dan sentido a Clara.

Ay, Clara. Claramente, seguía mirando los pájaros encima de su cabeza, leyéndoles la mente y aleteando entre sus palabras. Quisiera ser un pájaro y volarle los pensamientos. Y que así, al menos, me mirase.

Justo a mi lado había aterrizado una golondrina. Le pregunté qué hacía aquí. Ni se inmutó.

Al mirar hacia delante cambié de expresión, y por poco de cara. Clara estaba llamando a una gaviota para que se acercara un poco más a ella, mientras le sobornaba con un trozo de pan.

Volví a mirar a la golondrina que se situaba a mi lado, picando los recuerdos y rastros de alguien que había estado en el lugar donde me encontraba. Y sin pensarlo dos veces, agarré la golondrina y me la comí. Sí, me la comí.

Sentía demasiada envidia y tenía que consumirla de alguna forma, y esa forma fue consumiendo lentamente una golondrina dentro de mi estómago. No me arrepentía.

Seguí mirando a Clara, deseando poder comerme a todos los pájaros que cerca suya estaban, y también a los que alguna vez habían estado cerca suya. Y como si me leyese la mente, giró, mirándome incluso por detrás de las retinas a veinte metros de ella. Parecía que compartíamos hasta respiración en ese instante. Sin dudarlo, me levanté, y comencé a caminar como si ella me estuviese llamando; como si yo no tuviese miedo.

El tiempo se había parado.

Miraba las olas y todavía no habían formulado su nombre, pero tampoco tenían la opción de hacerlo. El hecho de tener alas daba el control del tiempo. Ya lo había comprobado. Las alas del tiempo. El tiempo de las alas, que había llegado.

Empecé a acelerar la velocidad, pero seguía siendo moderada.

Ella se incorporó. Se quedó en el sitio, mirándome fijamente.

Cuando ya estaba a cinco metros de ella comencé a frenar, sin apartar la mirada ni un segundo. Parecía que no necesitábamos parpadear siquiera. Su expresión había cambiado. Sus ojos parecían estar planeando complacerme. No supe qué hacer, pero ella y su facilidad de acción eran increíbles.
Me pidió un segundo con el dedo índice, y se giró entorno a su bolsa, buscando algo. Yo, extrañado, comencé a mirar a los lados de ella, intentando comprender qué intentaba encontrar.
Mientras, sus padres seguían congelados, mirando al frente. Su padre con los ojos entrecerrados, su madre observando a otra familia a la izquierda. Me extrañó que Clara no se hubiera asustado de toda la parafernalia que estaba ocurriendo.

Encontró lo que buscaba y agaché la mirada hacia sus manos.

Era un trozo de pan que había cogido de su propio almuerzo; un bocadillo.

Justo en ese momento, todo comenzó a moverse a nuestro alrededor: las olas habían comenzado a escribir nombre y apellidos de la playa, las sombrillas seguían cómplices y ajustadas entre ellas para dar una perfecta sensación mientras se mecían, el Sol nos estaba visitando a los que no estábamos bajo aquella puerta que lo negaba... El tiempo volvió a ser tiempo.

–Ven, no huyas. No pasa nada –dijo mientras se acercaba a mí. En cambio, yo retrocedí.

No entendía nada.

–Qué bonito es ese pájaro, Clara –añadió su madre mirándome fijamente mientras sacaba otro bocadillo de la bolsa.

No se me cayó el pico, pero juro que estaba a punto de desplomarse encima de mí el tiempo, las alas, el corazón y el pico del último al que se le cayó.

Entonces supe de dónde venían tantos pájaros y cómo estos aprendieron a volarte.

Mañana volveré a esta playa, y pararemos el tiempo. Qué impotencia sumarte tantos pájaros y que todos sean yo. Es normal que todos sepan volarte tan bien.

Qué haces, Clara.





 El binomio fantástico es un ejercicio que se utiliza para unir ideas totalmente distintas, logrando una percepción no antes vista. Para ello se utilizan dos palabras de dos distintos campos semánticos. En este caso, yo he usado Alas y Tiempo. No tienen ningún tipo de parecido. Pero han dado lugar a este relatillo que acabáis de leer, del cual ha sido bastante entretenido formar una historia con cohesión. 

 Os animo a que encontréis dos sustantivos o nombres que os lleven a dar a cabo una historietilla que ocupe unos minutillos del verano de algunos (parezco Flanders con tanto -illo/a).

 Y ahora, sin más demora, voy a disculparme por la -otra vez- falsa promesa que os hice de que estaría aquí en nada. Cosa que no he hecho. Pero bueno, estoy en un bloqueo artístico que ni 'hola' sé decir sin desplomarme del aburrimiento que doy. Sí. Y eso que suelo entreteneros y todo con la tontería.

 Pero bueno. Os voy a contar algo gracioso: un amigo y yo hicimos la promesa de que escribiríamos los dos una vez cada semana como reto. Él lo ha hecho. Yo, pues no, qué gracioso. Ahora mismo le debo unos cuantos helados. Os dejo aquí su blog, que el pobre se lo ha currado -infinitamente más que yo-.

 Y sonreidme un poco, venga. Que sí, que os echaba de menos y que si os viese os daba un beso en la frente a cada uno.

 Hasta la próxima, golondrinas. Os quiere:
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

2 comentarios :

  1. No me debes nada, un bloqueo es un bloqueo, sinceramente, yo últimamente escribo forzado y no me salen las cosas muy bien. Nunca había puesto en practica esta forma de escribir, o quizás si pero no sabia como se llamaba. Todos los días se aprende algo nuevo XDD
    Un beso Yukki, y como tu te despides sin a tilde en la e, yo me despido con mi impronunciable doble k. Un gran beso <3

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    1. Me ha gustado lo de tu impronunciable doble k. Siempre te escribo con una aunque sepa que lleva dos. Es una característica especial, creo yo xD.
      Y de nada por el ejercicio. A ver si un día lo practicas, que está bastante guay.

      Muchas gracias por comentar, como siempre <3.

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