domingo, 22 de noviembre de 2015

Solo dioses juegan a ser Dios

2 comentarios
 ¿Qué hay, telespectadores de esta teletienda? Aquí os vendo otra entrada. Al comprarla os lleváis otra por el precio de tener que esperar otras dos semanas.
 Qué mala mercante soy.

 En fin, el tema que quería abrir:
 Me quedé pensando en uno de estos momentos que sabes que no debes desconcentrarte pero lo haces y apuntas lo que te ha dado tiempo de pensar en un rincón de tu mente para despotricarlo y sacarle los interiores en otro escenario. ¿Que qué pensé? Lo que muchos habéis estado pensando en estas últimas semanas: muerte.

 Sí, queridos, estuve pensando en la muerte. Pensé en el atentado de Francia, a la vez que pensé en Siria, a la vez que pensé en la grandiosa cantidad de personas que cada día pierden su vida. Pensadlo por un segundo. Pueden ser incluso más que las que nacen. Quizá esto no os impacte, pero... ¿y si os digo que, la mayoría de las muertes producidas en un día, las produce otra persona? Es decir, la minoría muere por causas naturales o por enfermedad, pero... ¿y esa mayoría?

 Entonces es cuando pensamos en lo fácil que es morir. A manos de otra persona, claro está.
 Pensé y lo resolví fácilmente -con palabras; que se lleve a los hechos es muy complicado-.
 Mi respuesta a estos pensamientos fue:
 ¿Tan egoístas, egocéntricos, despreocupados, alocados, fríos, tétricos... tan todo somos los humanos como para matar a una persona?
 Y me auto-respondí: sí, lo somos.

 ¿Pero qué clase de especie somos como para pensar en esto y respondernos sin ningún tipo de resentimiento? ¿Es que somos animales? No, ni animales; ¿es que somos una especie inferior a todas las demás en lo que a sentimientos refiere?

 Encima, los creyentes.
 Todos somos muy creyentes. Creemos en un Dios, o un ser que pueda controlarnos, que nos haya dado la vida, que nos ayuda a aprobar los exámenes, o creemos en algo por creer. Lo hacemos. Todos nos planteamos el creer en una fuerza de la que ni siquiera estamos seguros de que exista alguna vez en nuestras vidas.
 ¿Y es que tenemos más autoridad que incluso nuestras creencias como para manejar una vida ajena? ¿Tenemos de eso? Porque yo, juro y juraré que no.

 Todas las vidas valen absolutamente lo mismo que las demás. La del pobre, la del rico, la del dependiente del Mercadona, la del oficinista, la del futbolista, la del actor, la del bombero, la del policía. Todas tienen un mismo valor.
 ¿Cuál es ese valor? Infinito. Nuestro valor es infinito.

 Y ya, si ya no es ni siquiera el hecho de creer en algo, sino que retamos a un infinito. Matemático al cuadrado.
 ¿Puedes tú acabar con las ilusiones, ambiciones, sueños, memorias, ideas... todo aquello tan infinito de una persona? ¿Realmente tenemos ese poder?

 Sinceramente, ningún hecho nos da el deber ni el poder de llevarnos la vida de nadie. Ni tampoco el usar a esa persona, ni insultarla, ni maltratarla. No tiene sentido.

 Dejemos de hacernos daño y vivamos en sociedad, que para algo somos la especie social por excelencia.
 También la especie inteligente.

 Mostremos a todo el mundo que somos lo que nuestra descripción dicta: humanos.



 Y sí, esto es más bien una carta de desahogo que cualquier lección de vida. Vivamos y dejemos vivir.
 Siento que esta entrada no sea muy extensa, pero creo que el concepto que quería recalcar y que recordaseis por si acaso, es que cada uno tiene que vivir su vida, y nada, ni nadie, tiene derecho a influir negativamente en nuestro entorno -conscientemente, claro-.

 Y con esto y un bizcocho de justicia e igualdad, nos veremos próximamente.
 -Marilen (y la tilde invisible en la e).

Marilenendless@gmail.com

2 comentarios :

  1. Como sabes, tengo debilidad por tus palabras. Estoy de acuerdo con todo lo que has dicho. Yo también he pensado mucho en la muerte, en parís y en siria por igual, de hecho en la mesa de mi casa, mientra las comidas, siempre hemos tenido presente las barbaridades que ocurre en Siria, porque eso era mucho antes del atentado en parís, como bien sabes.

    Lo que yo no entiendo, y nunca entenderé es el motivo que mueve a una persona a destruir un numero tan grande habitantes, de ciudadanos de seres humanos... ¿Que mueve al terrorista verdaderamente a asesinar? ¿Que mueve las guerras?

    Sí algún día tengo oportunidad de encontrarme cara a cara con un asesino, mi pregunta sería...¿Por qué? ¿Que ganas? Esa persona que hace daño, en sí, no creo que gane nada, pero las victimas, lo pierden todos. No solo hay una victima, no solo hay un muerto, hay miles y esos miles de muertos tienen centenares de familiares y amigos.

    Yo tengo verdaderamente miedo de lo que esta pasando actualmente en el mundo. No solo siento miedo, siento asco, desprecio, indignación e impotencia. Impotencia, como en un pasado muchos poetas describieron en sus poemas, una impotencia que hace que nuestra única arma no tenga el poder de cambiar las vidas a mejor, como esas armas que cambian para mal tantas vidas. Las palabras, nuestra arma, la tuya y la mía no sirve para nada.

    Esas personas que hacen daño no leen.

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    1. Ay, querida, el mundo está viviendo entre grandes manipulaciones. Yo, al igual que tú, paso tiempo pensando en qué tipo de recompensa pueden generar hechos tan espantosos, y solo se me ocurre llegar a la manipulación. A veces llego a pensar que hay quien conoce qué se esconde bajo cada acto, alguien que ni escucha ni habla, un silencio que simplemente observa.
      Hay miles de teorías sobre qué produce las guerras, pero para nosotros, los ciudadanos, se nos deja en la incertidumbre. Y es muy triste que sea así.
      Pero bueno, como tú has dicho; nuestras armas son las palabras, y aunque hayas dicho que no sirven para nada, quizá no paren una bala en el instante, pero sí pueden parar una bala antes de usarla. Luchemos con nuestro pequeño arsenal.

      Y muchísimas gracias, de verdad, por leer cada entrada con tanto cariño :')

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